No hay mal que dure cien años, pero sí clubes de fútbol. RACING tiene mas de 109 años de vida y eso –vaya si resulta halagüeño, en la Argentina representa un milagro.
Volverán en el recuerdo a visitar el Cilindro de Avellaneda
los sobrevivientes de sus etapas más gloriosas y en el imaginario colectivo de
su gente retornarán aquellos jugadores que hicieron grande al club y ya no
están entre nosotros.
Todos han sido protagonistas de una historia tan rica por el
juego que desparramaron en las canchas del amateurismo y el profesionalismo,
como complicada por las dificultades políticas y económicas que llevaron a la
institución hacia la quiebra.
RACING les debe a esos futbolistas su prestigio, como a la
pasión de sus multitudes consecuentes la vida misma.
El ejercicio inicial de condensar en diez nombres o en un
equipo completo, puesto por puesto, la extensa trayectoria de la Academia,
resulta vano cuando se le demanda a la memoria que procese apellidos, títulos,
escenas... imágenes futboleras que se han vuelto color sepia o están arrumbadas
en un cajón.
Y es que la historia de Racing, aquella que la tradición
oral ha ido apuntando de generación en generación, supera cualquier corsé o la
voluntad de juzgar si Agustín Cejas fue mejor que Rogelio Domínguez, si Roberto
Perfumo eclipsó a Pedro Dellacha o José Salomón, si Enrique “el Chueco” García
superaba en habilidad a Ezra Sued o si Juan Carlos Cárdenas será más recordado
por siempre que el Loco Corbatta gracias a aquel golazo contra el Celtic
escocés.
Suman decenas los grandes jugadores que pasaron por el club
o surgieron de sus divisiones inferiores. Son demasiados como para establecer
un ranking de jerarquías o trazar comparaciones entre futbolistas de épocas tan
distantes como las diferencias que separan a una pelota de tiento de una hecha
con poliuretano de última generación.
Cuando apenas había cumplido diez años, Racing –que debe su
nombre a Germán Vidaillac, un francés que sacó el nombre de una revista de automovilismo
comenzaba a establecer un período de hegemonía en el fútbol argentino que
siguió al del recordado y desaparecido Alumni. Fueron siete los campeonatos que
ganó de manera consecutiva entre 1913 y 1919 y varios los nombres que dejaron
su impronta en ese primer gran equipo durante el amateurismo.
Ochoa, Olazar,
Canaveri, Alberto Ohaco, Marcovecchio, Castagnola, Hospital y Juan Perinetti,
entre otros, arrasaban con cuanto rival se les paraba adelante.
Basta con mencionar un dato estadístico: en 1915 lograron el
título con 95 goles a favor y sólo 5 en contra. Despacharon a Boca, Banfield y
Tigre por 6 a
0 y a otros equipos con goleadas semejantes.
Si aquellas grandes campañas de siete torneos al hilo se
hubieran dado con el advenimiento del profesionalismo, cuando se multiplicó la
pasión por el fútbol, Racing acaso habría nivelado la mayor popularidad de Boca
y de River.
Sin embargo, después de ganar su último título amateur en
1925, la sequía sin campeonatos se prolongó hasta 1949, o sea, bien entrado el
período del fútbol rentado, que comenzó en 1931. Aquella etapa es la más
parecida en el aspecto deportivo a la que más adelante atravesaría el club
entre 1966 y 2001.
Por una razón lógica, es en esos ciclos tan extensos donde
no aparecen tantos jugadores que hoy ocupen ese lugar de privilegio que sólo se
les otorga a los ídolos. Uno de ellos fue “el Chueco” García, un wing izquierdo
que la Academia incorporó de Rosario Central en 1936 a cambio de 38.931
pesos y que no faltó a ningún partido. Llegó ese año junto a Guaita y Scopelli,
de Estudiantes, a un plantel donde ya se destacaban “la Bordadora” Zito y
Evaristo Barrera, el máximo anotador en la historia del club con 136 goles.
Pese a estos refuerzos y a rachas efímeras como una de 1941
que ubicó al equipo puntero por primera vez en el profesionalismo –superó
sucesivamente a San Lorenzo, River y Boca–, la Academia no daría una vuelta
olímpica hasta ocho años después. En rigor, Racing se desquitaría de casi un
cuarto de siglo sin títulos con tres torneos consecutivos. Sería el primero en
lograrlo entre 1949 y 1951.
Una delantera de memoria
Los apellidos adquieren una sonoridad familiar cuando brotan
de la boca de cualquier veterano que los haya visto gambeteando sobre el césped
o humillando a las defensas rivales: Salvini, Méndez, Bravo, Simes y Sued. Es
la delantera del Racing campeón de 1949, el año que siguió a la gran huelga de
jugadores que dejó al fútbol argentino diezmado de figuras.
Ese equipo que tenía como capitán a Higinio García y que se
había reforzado de modo considerable en la temporada anterior –Salvini, Méndez
y Simes fueron adquiridos a Huracán, demoró un año en ganar el título por el
conflicto gremial. Ya era el mejor en 1948, aunque no se consagró ganador de
ese torneo.
Entre Llamil Simes, Rubén Bravo y Norberto “Tucho” Méndez
marcaron 58 goles de los 87 que convirtió la Academia, en un certamen que
finalizó con seis puntos de ventaja sobre los segundos, River y el sorpresivo
Platense. El campeonato tuvo otro hecho inesperado: Boca se salvó del descenso
en la última fecha. En 1950, Racing repitió el primer puesto. Llegó Mario Boyé
tras un fugaz paso por el fútbol italiano y se mantuvo la base del ‘49.
El
equipo sacó una diferencia de ocho puntos sobre Boca e Los Amargos, convirtió
casi la misma cantidad de goles (86), pero acumuló demasiadas derrotas: diez.
Esa temporada tuvo un valor agregado en el plano institucional. En la
vigesimoprimera fecha del torneo, se inauguró el amplio estadio de Avellaneda
(victoria sobre Vélez 1 a
0). Perón estaba en su apogeo y Ramón Cereijo, su ministro de Hacienda,
mediante un préstamo de tres millones que luego se extendió a once, hizo
posible el sueño que demoró cuatro años.
A Racing no le resultó sencillo obtener el tricampeonato
porque igualó las posiciones con Banfield en 1951. Ese año, Grisetti, arquero
de la Academia, vivió una situación muy peculiar. Era suplente, pero disputó
las finales para desempatar con su ex equipo, Banfield, porque Antonio
Rodríguez, el titular, adujo una lesión que se atribuyó a su voluntad de no
enfrentarse con el deseo de Eva Perón, circunstancial simpatizante del más
débil.
Campeones 1951 |
De todos modos, tras
un encuentro que terminó igualado 0
a 0, en el segundo Racing venció 1 a 0 con un gol de Mario Boyé
en el viejo Gasómetro de San Lorenzo, tras una historia poco conocida sobre el
mismo tema en el vestuario, donde los jugadores dijeron NO ahora si que no, el
tri campeonato debe quedar en Avellaneda le guste a quien le guste y así lo
hicieron.
Estuve en la cancha el sáb. 04/11/07, fecha de la foto de arriba, con uno de mis nietos, festejando el 40ºaniversario de la obtención de la Copa del Mundo: DIOS MIO! CUANTA EMOCIÓN! YO TENIA 20 AÑOS Y NO PODIA CREER QUE TENIA MIS IDOLOS FRENTE A MIS OJOS! (ese día, perdimos con Boca). Roberto Cachambí.-
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