INJUSTIFICABLE, INENTENDIBLE

(Saúl Gherscovici) La reacción de una parte  minúscula de la hinchada que acompañó ayer a Racing en el Chaco, muchos locales y otros que llegaron de distintos puntos del país, es injustificable, inentendible y no ayuda –en nada- a la recuperación de un plantel que alimentó broncas pero que tiene la necesidad de cerrar el campeonato de la mejor manera posible.

           

Que se hayan arrojado algunas muletas al campo de juego, antes que empiece el partido, puede aceptarse (se comparta o no) por ser parte del folklore y una manera, muy hiriente, de expresar esa disconformidad que todo racinguista tiene para con casi todo este plantel que arrancó con la ilusión para campeón y termina jugando la copa Argentina como único destino inmediato de “gloria”.

           

Lo que no puede aceptarse ni compartirse es que se haya elegido como blanco de hielos y piedras a Sebastián Saja, por lejos el mejor arquero que Racing tiene en más de 10 años (para buscar un parangón habría que ir al Campagnuolo del 2001), y un referente de peso y serio de lo que es el profesionalismo y la entrega total por la camiseta.

           

Saja, además, resolvió en el vestuario lo que la dirigencia no pudo, no quiso o no supo, cuando harto de la situación y de la falta de profesionalismo encaró a Teófilo Gutiérrez en el vestuario y se generó lo que a esta altura ya conocemos.

           

Sebastián Saja no solo cuida, y muy bien, el arco de Racing, también defiende lo que todos, salvo este grupúsculo infame que lo agredió, queremos para un equipo académico: buenos jugadores, amor por el juego y la camiseta que se defiende, cosa que no hay que confundir con los gestos de esos tribuneros que, más allá si  son cracks o no, anteponen siempre lo personal a lo del conjunto.