LA FABULA DEL ZORRO "AVELLANEDA TIENE UN PRECIO ESPECIAL" de Carlos Graneri



Por Juan Antonio Fornasier
Tomado del libro de Carlos Graneri "Avellaneda tiene un precio especial"

El zorro era arquero. Un arquero mañoso. De ahí el apodo, claro. Tenía fama de camarillero. Fue titular por muchos años en primera. Jugó en equipos grandes y chicos. En Argentina y en el exterior, y por ende en su haber hay muchos partidos memorables ya que como arquero legendario que fue se retiró con mas de 40 cumplidos. Fue también técnico, con suerte dispar.
Una tarde en el apogeo de su carrera, el zorro vino a jugar al Cilindro contra Racing. Estaba representando en ese momento a otro club grande. Fue difícil de olvidar ese partido. Difícil pese a que no se llegaron a jugar los 90', a que no concluyó. Fue difícil porque había varios asuntos en juego en el partido y porque los que fuimos volvimos con una extraña sensación, de mano en el bolsillo. Se decía, se dijo y se dirá que el partido estaba arreglado.
El primer tiempo fue peleado, sin goles. Lo raro pasó al promediar el segundo. Mientras se jugaba una pelota en las cercanías del área racinguista, sonaron unos petardos tras el arco del zorro, donde estaba la gente académica y, al instante del ruido, el zorro cae desplomado, vienen los jugadores corriendo, el zorro se toma la cara, al parecer algo le ha impactado, demás esta decir que se detiene el encuentro. La policía se acerca hacia la parcialidad local, desconcierto general, no se sabe que pasa, el zorro no se levanta, traen una camilla, médicos de su equipo lo revisan, hasta que el árbitro hace serias de que el partido no va más. La gente se quiere morir. Racing necesitaba ganar, se empieza a temer por sanciones a la cancha o descuento de puntos (que luego sucedería) y el equipo visitante raudo parte hacia el túnel.

Luego de las indicaciones del referí, en el banco de suplentes visitante, disimuladamente, alguien sonríe. En el palco local también. Tiempo de declaraciones. Los periodistas corren en el terreno de juego tras los jugadores locales que aun permanecen incrédulos. El técnico de Racing dice que es una farsa. En esos minutos, sin embargo, corre la historia. La verdadera y la falsa, que luego permanecerán en el trajinar de los años. ¿Qué sucedió? ¿Una cobarde agresión de "los violentos de siempre"? ¿Una farsa armada en la que el zorro fue su principal protagonista escénico? Los trascendidos de aquél entonces cuentan que un par de jugadores visitantes le decían al zorro por lo bajo "quedáte quieto que ya está". La camilla lo lleva hacia el túnel, el zorro se toma la cara, se tapa los ojos, como que le molesta la visión. Se dice que llegó muy dolorido y conmovido al túnel, que tenía un corte en el arco superciliar del ojo izquierdo, que no tenía nada. Se dice también que después de bajar unos pocos escalones en camilla, el zorro se incorporó de ésta y se fue corriendo dentro del vestuario, algo imposible si es que no podía ver bien. Se dice que estaba shockeado y tardó minutos en recuperarse. Se dice que nunca tuvo ni un rasguño. Que el petardo explotó, si, pero lejos de él, que si hubiera sido cerca o en la cara le hubiese sacado un ojo. El zorro estuvo largo rato en el vestuario, en una cancha conmocionada y con diferentes versiones. Luego adujo no ver bien, que algo explotó cerca de su cara y casi lo desmayó, que no vio quien tiró. Los médicos dijeron que algún pequeñísimo fragmento del petardo había impactado muy cerca del ojo, que había salvado su vista de milagro y que los bárbaros habían triunfado.
Lo que varias personas aseguraron en el campo y le empezó a dar un corte decididamente de ficción a la historia, aunque luego muchos se retractaron de su afirmación, es que en el preciso instante en que el zorro es bajado presuroso en camilla, con 105 asistentes y algunos jugadores, escucharon a un hombre canoso gritarle al zorro "estás apurado por bajar eh, desciendan los escalones rápido, si descendé zorro, toda tu vida la vas a pasar descendiendo". Dicen los que lo escucharon, o creen haberlo hecho, que así como ese tipo apareció ahi (siempre en los tumultos aparece gente de cualquier lado), así de rápido dejo de verse. ¿Venia de la tribuna y volvió a ella? ¿Se fue por el otro túnel? Nunca se supo. Nunca mas los que dijeron verlo lo volvieron a ver en Racing. Bueno, en esas épocas no había tantas cámaras ni filmaciones detectarlo. El hecho, hay que decirlo, jamás habría cobratrascendencia a no ser que con el paso del tiempo fuera ocurriendo lo que ocurrió. Pasaron mas de tres décadas y la anécdota casi se hizo leyenda en Avellaneda, con el decir y desdecir de la gente, porque finalmente habría que calcular que había centenares de personas pegadas al túnel visitante escuchando al furioso hincha, si es que lo era, gritarle al zorro, y no los había.
A los pocos partidos el zorro volvió a atajar. En su retorno se puso un apósito cercano al ojo atacado. Nunca volvió a quejare de problemas visuales. Imagínense que para un guadavallas problemas de visión serían fatales y se notarían.
Se siguió unas semanas hablando del tema. Racing perdió puntos, porque el petardo partió de su tribuna. Las dudas y el olor quedaron.
A los tres arios del hecho, el zorro atajaba en otro equipo de primera. Ese año descendió. Golpe duro para su equipo, mas no para el zorro que ese año fue contratado en la segunda división italiana. Muy buen dinero, ya que los arios comenzaban a pasar y no era un chico, además su jerarquía se mantenía. Se destacó en esa temporada ya que el plantel era muy flojo, entonces sobresalía salvando las papas y muchos puntos. No obstante eso, en Italia descienden los 3 últimos y su equipo fue uno de ellos. Sin embargo, la suerte le sonrió nuevamente porque en lugar de ir a jugar a la serie C del calcio, por sus muy buenas actuaciones lo contrató un club de primera. Con un plantel con pretensiones, estaba en la vidriera. Pocos se explican entonces, aunque se habló mucho de una racha de lesionados, de mala fortuna para definir algunos partidos claves, corno fue que tan interesante equipo no funciono para nada. Y descendió.
Tres años seguidos de descenso motivaron algunas cargadas con buena y con mala intención, tanto en Argentina como en Italia. El zorro, inmutable, no prestó atención al terna y siguió cinco años mas allí, prestando servicios en dos camisetas distintas. Pese al éxito, un buen día decidió volver. En Argentina atajó en tres cuadros mas, uno de los cuales descendió aunque es bueno decir que la posición que tenía en la tabla de promedios hacía perfectamente posible que sucediera. Finalmente, con casi 44 arios se retiró. Se le hicieron diversos homenajes, varios clubes en los que participó le entregaron plaquetas y recordatorios. Hizo el curso de técnico porque el fútbol le tiraba demasiado. A los dos arios empezó a dirigir en primera B. Dirigió unos diez años como técnico con suerte diversa. En el nacional B con un poderoso equipo de Mendoza salió tercero y estuvo a punto de ascender. No lo logró y se fue al Paraguay. Cuentan que en esas épocas, cuando tuvo su primer descenso como técnico, es cuando empezó a meditar la situación, quizás sintiéndose acosado por fantasmas del pasado. Habían pasado casi 30 arios de ese partido en el Cilindro.
Había dejado buenas relaciones en Italia por lo que lo llamaron para conducir un equipo en el sur, en primera. El cuadro declaraciones del zorro. Hubo enviados especiales al viejo continente para hablar con el zorro, mas este nada agregó. Se trató de investigar y se especuló sobre quienes, supuestamente había digitado ese partido. Nunca, nunca, mas allá de lo que dijo el zorro, se probó nada. Nunca, tampoco, se supo si existió y quien fue el enigmático profeta en la boca del túnel. A los 15 días de terminado el campeonato italiano el referí del encuentro clave por el descenso confesó haber sido sobornado por el presidente del club que dirigía el zorro, por lo que automáticamente el club fue condenado al descenso. El zorro no dirigió más y abandonó el mundo del fútbol. Esta fábula, como tal, nos deja dos moralejas y el lector puede tomar la que le parezca
 1) La verdad es siempre necesaria, aunque a veces es un poco al pedo.
| 2) Toda hijaputez tiene su castigo, un día no tan lejano.

Después de deleitarnos con un capítulo de este hermoso libro de Carlos Graneri, no hay mucho para decir, los acontecimientos ocurridos en la semana me hacen pensar mas en firme que antes que Dios existe.


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