El primer tricampeón del fútbol nacional rompió, con la
prepotencia de su juego exquisito, aquel molde de la estética sin títulos.
Y lo hizo con el envión furioso otorgado por veinticuatro años
sin corona. No sabía el pueblo de Racing, todavía, cómo era eso de dar una
vuelta olímpica en la era profesional.
Y cuando la dio, cuando se sacó bien las ganas, cuando en
1949 le pegó un sopapo a la consagración esquiva, entonces tornó impulso. Y fue
bicampeón en 1950. Y tricampeón en 1951.
Como para dejar bien en claro que la Academia ganadora
siempre vuelve...
En 1948 se inició el torneo y Racing goleó a Boca 4 a 1 el domingo
18, con dos goles de Rubén Bravo y dos de Llamil Simes.
En junio, el equipo se tomó imparable: ganó siete partidos
consecutivos y trepó al primer puesto. Pero los jugadores profesionales
volvieron a decretar la huelga y esta determinación resultó letal para las
aspiraciones del conjunto de Avellaneda.
El campeonato siguió con los equipos integrados por
futbolistas aficionados, y en este contexto Racing se desinfló. Fue goleado por
Rosario Central (6-1), cayó ante Independiente (1-0) y empató con Platense (1-1).
Los dirigentes del club retiraron del torneo al equipo, que ya entonces no jugó
las últimas dos fechas ante Banfield y San Lorenzo y se le descontaron 4 puntos.
Así fue cómo el tiempo de espera obtuvo su último eslabón...
Seguía siendo la época, además, en la cual Aníbal Troilo, el
recordado gordo Pichuco, con su orquesta hacía bailar a todos los racinguistas
en el club cuando llegaban los carnavales.
Era la época de Carlos Di Sarli dando cátedra tanguera en
Marabú, el local ubicado en Maipú 365. Y el mundo siguió andando. Y Racing, con
su constelación de estrellas Bravo incluido, desde luego encaró el torneo de
1949 bajo la conducción de Guillermo Stábile con el título en la mira. Tenía
una defensa sólida, una delantera elegante y demoledora a la vez.
Pero tenía, también, otros atributos que resultarían
decisivos: una muy buena preparación física, que lo distinguía de los demás
equipos; y jugadores con fuerte personalidad.
Capaces de llevarse todos los obstáculos por delante.
Norberto Tucho Méndez, Rubén Bravo y Llamil Sirnes construían goles, edificaban
paredes, la rompían en una palabra. Ernesto Gutiérrez, el Rey Petiso, era el
organizador del juego, el que cortaba y barajaba todas las veces que hiciera
falta. Era él, aquel pequeño gigante half izquierdo de voz ronca, quien emergía
como patrón para ordenar, para pedir la pelota cuando quemaba, y era él en
quien se apoyaban las columnas del fondo: el arquero Antonio Rodríguez, los
marcadores de punta Juan Carlos Fonda (después Juan Carlos Giménez) y José
García Pérez (sucesor de Nicolás Palma), el marcador central Higinio García, el
centro medio Alberto Inocencio Rastelli.
Una vez que el Rey Petiso iniciaba el circuito, ya fuese
saliendo con el balón desde el fondo 0 cortando un intento rival, entonces se
encendían las luces que encandilaban ojos y pasiones... Méndez, el de los jopos
bien morochos, el de la capacidad de desequilibrio admirable; Bravo, el Maestro
rosarino de cabezazo mortífero que además levantaba las banderas de la
conducción en cada ataque hacia los pobres arqueros adversarios;
Llamil Simes, el máximo goleador de este ciclo con 59 tantos
(25 en 1949, 19 en 1950 y 15 en 1951). Juan Carlos Salvini, Méndez, Bravo,
Simes y Sued, así se llamaba el quinteto atacante, el quinteto en el que las
multitudes de traje y sombrero depositaban todas las ilusiones para pegar el
primer grito de campeón en el profesionalismo. La parcela de la punta derecha,
la de Salvini, pasaría después, en 1950, a manos de un grande con todas las
letras, el Atómico Mario Boyé.
La de la izquierda era propiedad de Ezra Sued, un habilidoso
por vocación, y acaso con los duendes del Chueco García en la sangre. No sólo
arrasó en 1949 Racing ante los adversarios más humildes sino que también lo
hizo frente a los otros grandes. A Boca, por ejemplo, le ganó 6 a 2 y 2 a 1;a Huracán
4 a 2 y 1 a 0; a Independiente 5 a 2 y 3 a 0; y a San Lorenzo 3 a 1 y 6 a 1.
Con River perdió una vez (0 3), pero luego se desquitó y se impuso por 1 a 0.
El 24 de abril se disputó la primera fecha, ante Banfield,
en el Sur, y fue empate, 2 a 2. Había comenzado mal la historia: ya a los 20
minutos los locales ganaban 2 a 0 con tantos de Pizzuti de penal y el Cholo
Converti.
Antes del final del primer tiempo, Ameal y Fuchs
equilibraron el tablero, que ya no se modificó más. En la segunda fecha explotó
Racing por primera vez al golear 4 a 2 a Huracán, jugando de local en la cancha
de San Lorenzo. Pasaron Tigre (3 a 3) y Vélez (1 a 0), ambos de visitante,
hasta que en la quinta fecha llegó la dolorosa denota de 3 a 0 con River, en la
cancha de Boca.
Hubo que viajar a Rosario para visitar a Newell's y fue
empate, 3 a 3. Triunfo ante Gimnasia (2 a l), caída frente a Chacarita (3 a 2)
y en la novena fecha, una nueva goleada: 6 a 1 a Lanús. Fue una inyección
anímica para consumir con la autoestima bien alta la vigilia del clásico ante
Independiente, por la décima fecha y de visitante. La expectativa fue tan
grande que hubo récord de recaudación: 108.689 pesos.
Racing ganó en Tercera 2 a 1, tal vez como un presagio del
destino. Aunque la victoria, en Primera, sería mucho más abultada: 5 a 2, con
goles de Julio Gagliardo, Simes, Donato Hernández (2) y Méndez.
Ese 3 de julio debutó el Colorado Rastelli, que fue comprado
el día anterior a Gimnasia. El siguiente baile fue nada menos que a Boca: 6 a
2, con cuatro goles de Simes, uno de Zelaya en contra y otro de Bravo. Fue la
gran tarde de la Saeta Turca. Enseguida, San Lorenzo, en el capítulo 12 del
campeonato, también desfiló goleado ante el Racing de paso ganador. Fue 3 a 1,
con Simes, Bravo y Méndez como verdugos del Ciclón. Eran triunfos
esperanzadores. Y aunque los de arriba, River y Platense, no se caían, 20 goles
en 4 partidos eran razones suficientes como para que la Comisión Directiva,
liderada por el presidente Carlos Alberto Paillot, empezara a restregarse las
manos. La Academia no aflojaba en su recorrido hacia el título. Otro partido y
otra goleada vino luego, fue 4 a 0 a Ferro. Y aunque el equipo tropezó ante aquel.:
buen rival que era Platense (perdió 2 a 0). enseguida. en la decimoquinta
fecha, Racing se levantó goleo a Rosario Centra' 4 a 1, otra goleada más, ahora
a Estudiantes (5 a 1) y La Plata; triunfo apretado contra Atlanta (1 a 0 final
de la primera rueda), ante Banfield (2 a 1) y Huracán (1 a 0). Empate con Tigre
(1 a 1), victoria frente a Vélez (4 a 1) y revancha con River: 1 a 0, con gol
de Julio Gagliardo a Amadeo Carrizo para cortar una racha de 11 años sin
victorias ante los Millonarios y, de paso, para desplazarlos del primer lugar
en las posiciones.Fue el 18 de septiembre. Ahí nomás, otro triunfo, 3 a 1 a Newell's. Empate con
Gimnasia, 1 a 1; caída ante Chacarita por 2 a 1, empate con Lanús 2 a 2. Se
venía otra vez el clásico de Avellaneda y parecía que sobrevolaban los viejos
fantasmas. ¿Qué le pasaba a la Academia? Pero en las grandes citas, ahí en
donde se veían los pingos, Racing daba señales inequívocas de su carácter de
campeón. Y entonces, el 23 de octubre, por la fecha 27, no anduvo con vueltas
frente al archirrival: abrió la cuenta Salvini a los 17 minutos, aumentó Simes
a la media hora en punto, y le dio formato de goleada a la victoria Tucho
Méndez sobre los 38. Todo se resolvió en la primera etapa.
Fue 3 a 0 y los segundos cuarenta y cinco minutos estuvieron
de más. Ese día, Newell's le ganó a River en Núñez. Las distancias se estiraban y los sueños crecían. Se
suspendió por incidentes el partido con Boca cuando iba ganando Racing 2 a 1.
El equipo no tuvo piedad con San Lorenzo y le ganó 6 a 1. Rápidamente, el
miércoles 9 de noviembre, se jugaron los once minutos que le quedaban al duelo
en la Bombonera. Boca atacó desesperadamente y, aunque hubo un gol de Ferraro,
el árbitro Maddison lo anuló por posición adelantada.
El contorno hervía. Aunque solamente se juntaron para
concluir once minutos de juego, el estadio estuvo colmado. Y explotó el Planeta
Celeste y Blanco cuando se decretó el final del partido.
La diferencia de puntos era lo suficientemente grande como
para no tener dudas: Racing era el nuevo campeón del fútbol argentino. Y se
acabó la mala racha de 24 años sin títulos, de una vez por todas. Y se terminó,
también, el peregrinaje por otras canchas para jugar como local.
Se terminó para siempre. Porque en 1950 se inauguró el
estadio que llevó el nombre del presidente de entonces, Juan Domingo Perón. De
ese modo, el viejo sueño de don Carlos Alberto Pillot (presidente desde 1943)
se cumplió.
El campeonato arrancó el 2 de abril y Racing enfrentó, con
el Atómico Boyé como insider derecho en lugar de Tucho Méndez, nada menos que a
Boca. La cita fue en la cancha de Independiente. Y fue victoria por 2 a 0.
No había pretemporada ni concentraciones y los equipos no
hacían eje en la preparación del físico. El propio Boyé mostró que todavía no
había puesto al cuerpo en el estado ideal y el Charro Moreno sufrió una lesión
que lo marginó del torneo por varias fechas. Las victorias se fueron
entrelazando sin pausa en el comienzo. Racing le ganó 4 a 3 a Gimnasia en La
Plata, 2 a 1 a Chacarita y 4 a 3 a Vélez en Ferro. El empate con San Lorenzo, 2
a 2, fue apenas una pausa antes de otros tres triunfos y con fútbol de alto
vuelo, de primerísima calidad: 4 a 0 a Tigre, 3 a 1 a Independiente en la
cancha de San Lorenzo, y 3 a 0 a River en su casa, y con nombres como Muñoz,
Walter Gómez, Labruna y Loustau. Después el equipo cayó ante Newell's 2 a 0,
venció a Quilmes 2 a 0, a Estudiantes 3 a 1, y volvió a tropezar, ahora con
Atlanta, por 2 a 1.
Los vaivenes en los resultados parecían no enderezar
definitivamente el rumbo hacia el bicampeonato. Sin embargo... Hubo victorias
fundamentales, como la del 24 de setiembre, cuando volvió a verle la cara a
Independiente como visitante. Y fue una aplanadora el equipo de Guillermo
Stábile. Ganó 4 a 2. Fue el gran día de Manuel Blanco, que hizo tres. Boyé
marcó el restante. Aquella tarde, Racing formó con Rodríguez; Higinio García,
García Pérez; Puertas, Rastelli, Gutiérrez; Boyé, Ameal, Blanco, Simes y Sued.
Pero en la fecha siguiente, como para martillar la idea de que quería conservar
el rótulo de campeón, se la tomó con River. Fue 5 a 3 y fue fiesta en la casa
propia, que se había inaugurado un mes atrás cuando se le había ganado a Vélez
1 a 0 el 3 de setiembre.
En realidad, a partir de aquella victoria frente al conjunto
de Liniers y del gran acontecimiento que significó la inauguración del estadio,
Racing tomó mayor impulso. Y vaya si se notó... Una semana después venció de
visitante a San Lorenzo 2 a 0. Y el propio entrenador, Guillermo Stábile, contó
que ese encuentro "fue definitorio, sin discusión, porque habíamos perdido
el primer puesto dos fechas antes a manos de Boca, lo recuperamos al ganarle a
Vélez y el triunfo ante San Lorenzo fue la llave del campeonato", Pero
Racing no sólo venció a Vélez y San Lorenzo: goleó a Tigre 4 a 1 y, como quedó
dicho, luego vinieron Independiente y River. Y a cobrar.
El 12 de noviembre, en el Sur, el equipo se consagró
campeón, bicampeón, perdiendo 3 a 0 con Banfield. Fue un sabor amargo que duró
un suspiro. La cuestión era que le sobraba paño y nadie lo podía alcanzar.
Después, ya más relajado, sin la presión de la victoria porque el éxito estaba
asegurado, se floreó en las últimas dos fechas del certamen. Goleó a Platense 4
a 1 de visitante r a Rosario Central 4 a 2 en el Cilindro de Avellaneda. El
objetivo estaba cumplido. Pero había algo que daba vueltas en los jugadores, en
el doctor Carlos Paillot, en el pueblo racinguista en general.
Si había materia prima suficiente, si realmente había con
qué, ¿por qué no se podían apuntar dos los cañones al tricampeonato para quedar
en la historia grande del fútbol nacional de una vez por todas?
Porque bicampeones ya
había, pero tricampeones no. Y con el viejo orgullo de la Academia de siempre,
los jóvenes del 50 fueron por más al ario siguiente... En 1951, la institución
tuvo 40.907 socios y una biblioteca con 5.453 volúmenes.
Pedro Leopoldo Carrera, un hombre del club, salió campeón
mundial de billar. Ya había pasado el Mundial del 50, aquel del Maracanazo
uruguayo en Río de Janeiro. Y que no contó con la participación del seleccionado
argentino.
En tanto, para mejorar la preparación física del equipo de
Stábile, llegó Enrique Lúpiz, esgrimista como su hijo Fernando, quien lograría
notoriedad mucho más adelante como actor.
Lúpiz tenía 36 arios cuando se sumó al Racing multicampeón.
Había dirigido a Banfield, entidad de la cual era hincha. Y en 1951, el mismo
día en que Argentina perdió en el mítico Wembley con Inglaterra por 2 a 1,
acordó su incorporación al club de Avellaneda quien además fue profesor en la
Escuela Naval y en el Colegio Militar. Carlos Paillot seguía conduciendo a
Racing, con Roberto Lira como vicepresidente, y Roberto Ugarte y Faustino
Velázquez como secretarios. Llegó Juan Carlos Giménez, de Huracán, para
reforzar la defensa; y Alberto Cesáreo, de Boca, para enriquecer el ataque.
Héctor Grisetti, arquero de Banfield, fue adquirido para suceder a Antonio
Rodríguez. En la primera fecha no hubo mucho público en Rosario, en donde Racing
visitó a Newell's el 15 de abril. La razón excluyente fue el aumento en el
precio de las entradas a 4 pesos. El camino al tricampeonato arrancó con un
empate, fue 1 a 1 y el gol de Racing lo hizo Ezra Sued. Méndez, Bravo y Simes
jugaron juntos por última vez en la tercera fecha, ante River (en la segunda
Racing quedó libre), que se impuso en el Monumental por 2 a 0. En la medida en
que avanzaba el campeonato, Banfield se perfilaba como un rival de peligro. Y
lo demostró en la novena fecha cuando recibió a Racing con ambiciones de
triunfo. Se puso en ventaja sobre los 39 minutos de juego, a través de un penal
convertido por Albella. Y la Academia recién pudo igualar a doce minutos del
final con un gol de Blanco. Así fueron
pasando grandes goleadas (4 a 0 a Atlanta y 5 a 3 a River, en ambas
oportunidades de local), algún traspié (frente a Ferro de visitante, 4 a 2),
hasta que el 30 de septiembre volvieron a quedar
frente a frente Racing y
Banfield, que no se corría del medio, que no se bajaba de la cima de las
posiciones. Y en Avellaneda volvieron a empatar 1 a 1. Con una recaudación
espectacular (99.927 pesos). En el primer tiempo, Higinio García desperdició un
penal. En el complemento Ameal puso el 1 a 0, pero sobre la hora volvió a
convertir Albella, como en la primera rueda. Y Banfield siguió arriba en la
tabla. Y hubo que poco de bronca y otro poco de decepción. Banfield tenía 34
puntos, Independiente 33. Racing 32 y River 31. Pero en la fecha siguiente. Con
dos partidos "de campanillas", como se decía por entonces, el
panorama se volvió más alentador. Banfield empató con River sin goles y en el
clásico de Avellaneda, Racing, que volvió a ser local. Se impuso por 1 a 0 con
gol de Simes. La delantera la integraron Cupo, Ameal, Blanco (reemplazante de
Boyé), Simes y Sued. Enfrente había unos jugadores que algo sabían: Cecconato.
Lacasia, Grillo, Cruz... Pero sonrió Racing. al fin de cuentas. El tercer
partido consecutivo como local fue ante Platense. Y fue triunfo por 2 a 1, y a
seguir. En la trigésima fecha hubo que sufrir la venganza de Boca. Aquel 28 de
octubre, al vencerlo 2 a 1. le quitó el invicto que tenía Racing de local desde
la misma inauguración del estadio. Al cabo, se trató de una deuda saldada con
el orgullo porque había sido Racing, precisamente, el que le había quebrado su
invicto en la Bombonera en 1941. Cuando Racing venció a San Lorenzo 2 a 1, el 4
de noviembre por la fecha 32, Banfield cayó de visitante ante Chacarita. Le
quedaban apenas dos fechas al torneo y Banfield seguía primero con 41, mientras
que Racing lo escoltaba apenas con un punto menos. Y ahí nomás, con 40,
amenazaba también River. En el penúltimo capítulo del atrapante final, Banfield
quedó libre, Racing igualó 1 a 1 con Atlanta y lo alcanzó. River, que empató
con San Lorenzo, seguía ahí cerca, ahora a un punto de los dos. Así se llegó al
desenlace. ¿Pero habría desenlace? ¿O habría que dirimir la cuestión con más
partidos, mano a mano? Racing recibió a Lanús y no tuvo contemplaciones: le
ganó 5 a 3. Banfield fue local frente a Independiente y lo destrozó: 5 a 0.
River goleó a Atlanta, pero se acordó tarde. Racing y Banfield debían resolver
entre ellos el pleito mayor. Fueron dos partidos, en el estadio de San Lorenzo
en la Avenida La Plata.
El 1° de diciembre, el viejo Gasómetro fue testigo de los
primeros noventa minutos, que terminaron como empezaron. Cero a cero. El 5 de
diciembre era a todo o nada. Las masas querían que saliese campeón Banfield.
Porque era el chico que le peleaba de igual a igual al grande. Y porque el grande
venía de salir campeón en los últimos dos arios. Volvió a ser titular Rubén
Bravo, tras una prolongada ausencia. Racing formaba con Grisetti; Higinio
García, García Pérez; Giménez, Rastelli, Gutiérrez; Boyé, Ameal, Bravo, Simes y
Sued. Otra vez la misma multitud y otra vez el 0 a 0 dueño de la escena en el
primer tiempo. Hasta que arrancó el complemento y ahí nomás, al minuto de
juego, el Atómico Boyé dijo basta y dibujó su gol "más espectacular, sin
dudas, porque la pelota se le coló al arquero Graneros en un ángulo del arco
que daba a la calle Mármol y así ganamos el título", según explicaría el
goleador tiempo después, por as dudas, para que quedase bien en claro. No hacía
falta, en realidad. Miles de fieles sabían muy bien de qué se trataba.
Juan Antonio Fornasier
Juan Antonio Fornasier
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